Al escribir una
historia de Italia los problemas (y no menores) llegan desde el
principio. Para empezar, ¿qué es Italia? ¿qué une a los
italianos? Según un popular dicho que recuerda John Dickie, apenas
dos elementos: el fútbol y la comida. Y, por reduccionista que pueda
parecer esta apreciación, Delizia! demuestra que, con todas sus
variantes regionales, con su mitos y falsedades, lo cierto es que si
el espíritu italiano existiera, este se manifestaría en un plato de
pasta.
Con una audacia
bien documentada, Dickie se propone pues repasar el último milenio
de historia italiana a través de su cocina, y sus descubrimientos
son tan inesperados como convincentes. Desde la fragmentación
medieval en ciudades-estado hasta la artificial formación moderna de
la nación en el siglo XIX, pasando por el despertar renacentista,
Dickie es capaz de explicar los grandes movimientos históricos como
si fueran recetas.
Pero, dejémoslo
claro, Dickie no tiene una pretensión historicista, su foco se
dirige no tanto a elaborar un nuevo paradigma como a investigar la
evolución de la cocina italiana, aunque las implicaciones sean
evidentes. A Dickie le divierte más buscar personajes curiosos,
desmontar falsas creencias, descubrir platos rodeados de misterio.
Como todas las tradiciones, las de la comida también son
construcciones falsas y a menudo recientes. En este sentido, la
revelación más destacada de Dickie es que la cocina no tiene sus
raíces ni evolucionó en el campo, sino en las ciudades. Menos
romántico y nostálgico, pero más lógico.
Aunque Delizia!
contiene algunas recetas (y apabullantes menús renacentistas o
papales), por suerte no se trata de uno de esos abundantes libros de
moda. A Delizia! se viene a entender un poco mejor la compleja y
caótica sociedad italiana, esa mezcla de improvisación y orden capaz de lo
mejor y de lo peor. Hay anécdotas curiosas y visiones de conjunto
reveladoras. Historias íntimas y cambios radicales. Y, sin necesidad
de usar gastadas metáforas culinarias para explicar la vida, la
comprensión de que darle su justa importancia a la comida nos puede
hacer un poco más italianos, lo cual no está nada mal.
Editorial
Debate
Traducción
de Efrén del Valle Peñamil
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