Los referentes
de Marcello Fois en Memoria del vacío, algunos explícitos, otros
tácitos, son tan evidentes como ambiciosos. Desde las tragedias
clásicas y la Biblia hasta Faulkner o García Márquez, las páginas
de la novela se llenan de ecos que, si algo demuestran, es que al
autor no le falta arrojo. Cierto que no sería difícil encontrar una
continuidad entre las obras citadas, y así Faulkner era devoto
(literario) de la Biblia y García Márquez le debe mucho al escritor
norteamericano, pero solo plantearse dar continuidad a esta línea ya
exige un punto de locura.
Y si pretender
estar a la altura de estas influencias ya parece una inconsciencia,
crear un mundo en el que convive la grandeza fundacional de la
representación artística con una historia más o menos
contemporánea parece una empresa destinada al fracaso. No es el
primer intento ni será el último, pero un autor tiene que estar muy
seguro de su capacidad para enfrentarse al reto, para ponerse a crear
un mundo desde la cenizas.
Pero Fois no se
limita a combinar estos elementos de manera caprichosa, sino que los
asimila para ofrecer una visión personal, sobre todo marcada por
Cerdeña, esa isla cerrada y misteriosa, propicia para las leyendas y
las fábulas. Memoria del vacío es una novela telúrica en la
que la fuerza del ambiente marca tanto como la inevitabilidad del
destino. La historia del bandolero Stocchino solo podría tener lugar
en Cerdeña, y a la vez es universal.
Para contar la
tragedia de este personaje inmortal (en más de un sentido), Fois
recurre a multitud de voces, a menudo difícilmente identificables.
La cronología, el punto de vista, la lógica, son puestos en duda a
cada página, formando una narración que sin esquivar los límites
de la construcción clásica es capaz de saltar de un tono a otro con
la mayor naturalidad, imponiendo el estilo sobre la anécdota.
Editorial
Hoja de Lata
Traducción
de Francísco Álvarez
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