Un jardín en Brujas comienza con un sueño (ese asesino de libros) y continúa con
el mismo tono a lo largo de toda la historia. Pero en esta ocasión
no se trata de un aburrido y enclaustrado recurso, sino de una manera
de tratar la memoria. Poco fiable y embellecedora como es, más
tratándose de los recuerdos infantiles reflectados setenta años
después, Charles Bertin sublima estas carencias a través de la
evocación: la luz, los sonidos, los sabores, son tan importantes
como los sucesos narrados.
No menos difícil
que superar las taras de la narración onírica es retratar un mundo
alegre e ideal sin caer en la cursilería o la intrascendencia, y sin
embargo el autor logra salvar también estos obstáculos a través de
la sinceridad, trayendo al presente sus emociones más tiernas e
inocentes sin pudor ni temor a caer en la ñoñez. A estas alturas de
su vida, Bertin ya no se preocupa de los prejuicios: en algún lugar
de su mente pervive el paraíso, la sensación de plenitud, y se sabe
con todo el derecho a regresar a su mayor felicidad.
Este estado de
perfección idílica lo encarna la abuela del narrador (ya el título
original menciona su posición central en la historia, y aunque la
traductora tiene razón al indicar la dificultad de su traslación al
castellano, quizá hubiera sido buena idea mantener la expresión
original, La Petite Dame en su jardín de Brujas queda bien y
se entiende perfectamente). Sola y sin grandes perspectivas, la
abuela no es sin embargo una víctima, sino que es capaz de
sobreponerse a sus limitaciones y de encarar la vida con optimismo,
demostrando con su amor a su nieto la chispa de ilusión que todavía
pervive en ella.
Porque en gran
medida el libro es una novela de formación en la que el niño
empieza a comprender algo tan importante como en qué consiste ser
una buena persona. Pero menos acostumbrado es que este aprendizaje
sea de ida y vuelta, pues la abuela también aprovecha las visitas de
su nieto para iniciar una educación de la que nunca pudo disfrutar.
Incluso Brujas, la fascinante ciudad en la que lleva tanto tiempo
viviendo, solo ahora comienza a presentarse ante sus ojos en todo su
esplendor. En una relación tierna y comprensiva, con su no por
inevitable menos doloroso final, el narrador fijará su modelo de
conducta y creará un personaje inolvidable que, tantos años
después, le sigue arrastrando con una fuerza ante la que no puede
resistirse.
Editorial
Errata Naturae
Traducción
de Vanesa García Cazorla
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