Aunque fuera la
primera vez que nos acercáramos a Robertson Davies, ni tan siquiera
sería necesario llegar al final de Lo que arraiga en el hueso para
hacer la constatación: Davies es un novelista nato, dotado de un
talento tan abrumador que hace que a su lado gran parte de la
narrativa contemporánea se empequeñezca. Porque le llamamos
contemporáneo, pero es uno de esos autores clásicos que firma
libros atemporales.
Si utilizáramos
una oportuna comparación con la pintura, enfrentados a la obra de
Davies la mayoría de los libros considerados como obras maestras del
siglo XX empezarían a valorarse como esos cuadros de vanguardia que
vemos en museos con un poco de rechufla y que como mucho alcanzan la
condición de decorativos. Pero, señores y señoras, con Davies
tenemos que hablar en serio. Esto sí es literatura.
Lo que hace aún
más sorprendente que hasta la recuperación por Libros del Asteroide
de su obra, Davies permaneciera totalmente inédito en España.
Después de todo, en la reseña biográfica que acompaña sus libros
se dice que fue un autor “mundialmente famoso”, lo que parece
indicar de nuevo la particularidad ibérica. ¿Cómo es posible que
un autor de la categoría de Davies, cuya importancia salta a la
vista de cualquier lector mínimamente sensible, haya permanecido
todo este tiempo vetado a los lectores en español?
Como
apuntábamos, Lo que arraiga en el hueso sería suficiente
para otorgar a Davies un lugar de honor en la literatura del siglo
XX. Aunque es la continuación de Ángeles rebeldes, en realidad es
totalmente independiente y solo en su prólogo se explicita la
continuidad. Esta vez la narración se centra en la biografía de
Francis Cornish, ese excéntrico filántropo de extraño olor, al que
ahora conoceremos desde antes de su concepción hasta su final. Un
recorrido exhaustivo (sobre todo de sus primeros años) que, sin
embargo, mantendrá el misterio.
Espejos,
insinuaciones, coincidencias: material del que está formado la
existencia y que pueden ayudarnos a intentar comprender a una
persona, pero jamás a completar el retrato. Cornish, con toda la
pesada carga de su herencia (y he aquí uno de los temas claves del
relato) tratará de ser él, pero no conseguirá serlo de manera
independiente, no ya por estar condicionado por los demás, sino
porque hay tantas personas en su interior que es difícil alcanzar a
algo tan simplista como el propio ser.
Con su erudición
natural, su humor tímido o sus obsesiones particulares (en esta
ocasión el disparate al que se dedica Davies, como en otras fue el
psicoanálisis o la hagiografía, es el horóscopo), con su capacidad
para tratar grande temas con seriedad pero sin solemnidad, con su
habilidad para marcarse cincuenta páginas de elucubraciones teóricas
y después otras tantas al más puro estilo de novela de espías, y
en ambos casos lograr mantener rendido al lector, Davies demuestra un
virtuosismo más allá de la exhibición narrativa.
Porque Davies es
un novelista tan sólido en su arquitectura como capaz de introducir
pequeñas variaciones que derriban cualquier previsibilidad. Quizá
la primera parte se alarga demasiado mientras que el final se
acelera, pero el conjunto de la novela permanece equilibrado. Los
detalles están tan cuidados, las consecuencias de la menor acción
tan bien previstas, que un elemento distorsionador (la muerte de uno
de los personajes clave de la novela mucho antes de su última
aparición) tiene que ser interpretado más como un reto que como un
error.
Editorial
Libros del Asteroide
Traducción
de Concha Cardeñoso
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