Pese a que hace
casi una década de su muerte, Jean-François Revel sigue siendo uno
de los autores más peligrosos del mundo. Acercarse a sus libros es
poner a prueba las propias convicciones y casi con seguridad al salir
de ellos ya no se tendrán las mismas certezas. No porque el lector
se contagie por ósmosis de los postulados de Revel, sino porque le
habrá incitado a pensar con independencia. Revel supone el triunfo
de las ideas sobre las ideologías.
En El ladrón en
la casa vacía Revel realiza un particular ejercicio de memorias en
el que, a través de saltos temporales y encuentros diversos,
configura su trayectoria vital e intelectual sin atenerse a
restricciones genéricas. Si en la primera parte es donde más
destaca un estilo libre y evocador, en la segunda se centra sobre
todo en sus años de colaboración y dirección de L'Express,
retratando los bajos fondos de la política y el periodismo.
Antes, y
haciendo gala de la extensión de sus aficiones y conocimientos,
Revel retrata desde sus prometedora aunque siempre alternativa
introducción en el mundo académico y su paso por la Resistencia
durante la ocupación nazi, hasta su estancia en diferentes lugares
del mundo (destacadamente México y Florencia, en lo que sería el
inicio de su pasión viajera). En este trayecto descubriremos su
sólida formación filosófica y su interés no menor en diversos
campos del arte y la creación.
Por supuesto en
estas idas y venidas Revel se encontrará con algunos de los
intelectuales y artistas más destacados de su época. También
tendrán protagonismo otros nombres cuya repercusión está más
restringida al universo francés, y otros directamente olvidados.
Pero en cualquier caso El ladrón en la casa vacía no es en
absoluto uno de esos libros en los que el autor no deja de
vanagloriarse de los famosos a quienes ha conocido, tratando de
beneficiarse de su aura.
De hecho, uno de
los puntos más divertidos del libro son las pullas que Revel lanza a
diestra y siniestra, literalmente. Es obvio que la lucha de Revel
contra los totalitarismos se centró especialmente en sus
enfrentamiento con los comunistas (y algún capítulo del libro se
hace un poco excesivo, al centrarse con demasiada prolijidad en
sucesos ya superados), pero la independencia de pensamiento le lleva
a no cortarse frente a los que supuestamente estarían más cerca de
su posición.
Y es que con
Revel queda patente que todavía quedan en pie muchos prejuicios que
parecerían totalmente periclitados, como el de identificar a los
anticomunistas con reaccionarios. Y de aquí a equipararlos con la
extrema derecha solo hay un paso. Pero Revel, aun sin compartir todas
sus opiniones, debería permanecer como un referente de honradez
intelectual y un modelo para periodistas, tanto por su envidiable
estilo (este voluminoso volumen se hace ligero gracias a su facilidad
de lectura) como por su lamentablemente poco imitada coherencia y
profesionalidad.
Editorial
Gota a gota
Traducción
de Juan Antonio Vivanco Gefaell
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