miércoles, 7 de octubre de 2015

Recuerdos de un pasado que se desvanece, de Aidan Higgins


Recuerdos de un pasado que se desvanece es uno de esos libros (“autobiográficos”) en los que apenas hay trama novelística. Aidan Higgins no se preocupa de construir tramas ni de desarrollar un argumento que se pueda seguir de principio a fin. Al contrario, la construcción se basa en breves escenas, a menudo en sencillas imágenes del pasado que el autor actual rememora con mucho más de poesía que de narración.

El problema de este tipo de evocaciones es que resulta muy complicado mantener la atención del lector durante trescientas páginas sin que tenga un relato al que agarrarse. Pero Higgins supera este escollo a través de la confesión, del dibujo de la formación de su protagonista, ese Dan al que conocemos desde sus primeros balbuceos y al que vemos entrar en la edad adulta sin que haya sido capaz de desprenderse por completo de su desconcierto.




En muchos momentos Recuerdos de un pasado recuerda a las películas de Terence Davies, esos líricos y emocionantes recuerdos de infancia en los que el sabor de una época se recupera a través de pequeños detalles, de días luminosos y tormentas imprevistas. Un paseo por el campo o una canción popular sirven para describir a la vez el ambiente y la personalidad, el grupo y el individuo, lo general y lo particular.

En otras ocasiones es inevitable pensar en Perec. Las listas de ídolos, de nombres, el cuidado con el que se traen al presente las sensaciones pretéritas. Higgins escribió otros libros plenamente autobiográficos, pero ya en estos Recuerdos probó a trasladar a un libro sus emociones más íntimas y lo hizo con un estilo personal y complejo, en el que tiempos y sensaciones se mezclan de manera fluida, como si la magia de la literatura fuera capaz de deshacer la inevitabilidad de la entropía.

Editorial Periférica

Traducción de Carmen Torres García

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