En Le passager de la pluie (El pasajero de la lluvia) Sébastien Japrisot se
puso en la piel de sus personajes y decidió ir directo al grano:
nada de perder el tiempo con descripciones elaboradas: lluvia, un
pueblo abandonado, una bolera, una playa apartada, no se necesitan
más pistas; ni pensar en detenerse para elaborar perfiles
psicológicos, un gesto es suficiente para definir un carácter; y en
cuanto a la acción, ni un respiro, ni una página para reflexionar,
muévete o muere.
Japrisot, que
además de exitoso novelista del género negro también fue guionista
de polar, no disimula mucho sus intenciones con Le passager de la
pluie. Sin llegar a ser una de esas novelas que adaptan una
película de moda, se percibe claramente que en la escritura del
libro Japrisot ya tenía en mente la versión cinematográfica, y
dejó el camino despejado. Los abundantes diálogos (muchas veces
transcritos a la manera de un guion) y la estructura por escenas
convierten el libro en un curioso híbrido.
Contagiado por
el autor, el lector tampoco tiene tiempo para respirar. Si se toma el
libro como lo que es, pura serie negra francesa, disfrutará de los
continuos sobresaltos y engaños que ofrece Japrisot. Poco importa
que todo suena a conocido (como manifestación estilística, Japrisot
no tiene ningún apuro en escribir frases como “de repente oyó un
ruido. Se dio la vuelta y ahogo un grito de angustia”). Aquí hemos
venido a entretenernos y bien que lo vamos a hacer.
Sin llegar a ser
novedoso, si se puede decir que el libro ofrece unas cuantas
sorpresas. Pese a vivir en este mundo de convenciones del género, o
quizá precisamente por ello, el argumento va dando saltos en los que
poco importa la coherencia o la verosimilitud, lo importante es
seguir adelante sin que de tiempo a preguntarse “pero ¿cómo...?”.
Por supuesto, Japrisot tampoco renuncia al esperado inesperado giro
final.
Editorial
Folio
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