miércoles, 7 de mayo de 2014

Hambre, de Knut Hamsun


Si el prestigio de Knut Hamsun ha sobrevivido a su apoyo al nazismo y a la concesión del premio Nobel, es que sus méritos son a prueba de bomba. Incluso un obstáculo más aséptico pero todavía más demoledor como el paso del tiempo parece haber dejado incólume la obra de Hamsun. Descubrir hoy a Hambre (su primera novela, publicada en 1890) podría suponer una interesante prueba para un lector que se acercara a ella sin referencias: muy probablemente la fecharía como una novela contemporánea.

Porque más allá de las evidencias cronológicas referentes a costumbres muy marcadas (trajes, alimentos, transportes), la sensación de desasosiego, de pérdida, de agobio, son plenamente actuales. El protagonista de Hambre podría pasar por alguien que vemos a diario, un ser desesperado, atrapado entre las ínfulas de grandeza y la miseria cotidiana. Su expresividad, sus delirios, sus sueños, sus pequeñas humillaciones nos llegan de una manera directa, sin intermediación literaria ni temporal.




El descenso a los infiernos se ha convertido en un tópico de la literatura, pero Hamsun lo expresa de una manera tan desnuda, tan alejada de cualquier retórica o embellecimiento a través del malditismo, que las peripecias de su protagonista nos suenan a reales. Incluso por muy desagradable que el protagonista se ponga a veces, no podemos dejar de sentir conmiseración. La estructura del libro, reiterativo y circular, no llega a hacerse monótono, pues cada escena parece un paso más hacia el vaciamiento absoluto, hacia el abismo.

Y sin embargo, y esto quizá sea lo más sorprendente de Hambre, en la novela también hay mucho humor. Los ataques del protagonista, sus propias invenciones (de hecho, todo el libro puede leerse como una alucinación), sus encuentros disparatados, suponen una excéntrica mezcla entre frustrante y burlona, una especie de absurdo existencial que mueve tanto a la depresión como a la risa. La condición humana expresada en su más radical ambivalencia.

Ediciones de la Torre
Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo


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