Hasta tal punto ha sido
convulsa la historia de los Balcanes, que los acontecimientos que
protagonizan Noviembre de una capital podrían situarse en variados
momentos y lugares sin que apenas cambiaran algunos matices. Cierto
que Ismail Kadare deja claro que se trata de Tirana a finales de la
Segunda Guerra Mundial, pero sin llegar a ser una novela teórica
(sobre los males de la guerra, sobre el comunismo, sobre lo que sea),
tampoco se trata de una reproducción histórica. En realidad,
creemos, se trata de un libro humanista, sobre personas.
Cabe señalar la extraña
preposición del título: Noviembre de una capital, y no en,
como habría sido normal. Se trata pues de un momento real pero
también metafórico en el que asistimos al derrumbe de una sociedad,
a esa transición bestial de territorio ocupado a ese momento de
incertidumbre en el que las cosas están cambiando pero no se sabe en
qué dirección. Muchas veces se ha acusado a Kadare de complicidad
con el régimen comunista que seguiría a la derrota del nazismo,
pero, sin entrar en detalles que desconocemos, la simple lectura de
esta novela plantea dudas sobre su conformismo: ya desde los primeros
días del cambio de régimen era perceptible el olor a podrido.
Para expresar un amplio
panorama sobre la compleja situación de ese noviembre catártico,
Kadare introduce a numerosos personajes que muestran sus divergentes
puntos de vista, a menudo en un mismo capítulo. Desde el guerrillero
natural que lucha por la liberación, pasando por el intelectual con
aires de superioridad e intereses conspirativos, o el escritor
decepcionado y atrapado en un mundo que ya no comprende, hasta la
estrella de la radio igualmente descolocada y en manos de las
decisiones de los demás, el conjunto ofrece una visión rica y
variada de muy diferentes experiencias que solo en un momento tan
crítico como la batalla final (que nunca es la final) de una guerra
puede aunar.
Kadare tiene una
extraordinaria capacidad para producir imágenes imborrables, como
ese corresponsal caído y que parece intentar atrapar con sus brazos
extendidos el mensaje que debía transmitir. El estado de sitio de la
ciudad, el estado mental de sitiadores y sitiados, la inquietud, la
esperanza, la muerte a la vuelta de la esquina, todo está expresado
con una mezcla de finura y brutalidad que caracterizan a Kadare y que
sin embargo convierten la lectura de cada uno de sus libros en una
experiencia totalmente diferente.
Editorial
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Traducción
de Ramón Sánchez Lizarralde
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