miércoles, 28 de mayo de 2014

Trabajos de amor ensangrentados, de Edmund Crispin


Al leer un libro como Trabajos de amor ensangrentados a cualquiera le parecería que escribir una novela de detectives es pan comido. Unos personajes carismáticos, una trama retorcida, unos escenarios emblemáticos, una persecución, alguna historia de amor, y voilà!, ya tenemos la novela hecha. Y sin embargo qué difícil es que todos estos elementos no se queden en personajes acartonados, una trama incoherente, unos escenarios pálidos...

Sigamos con los ingredientes de la receta perfecta preparada por Edmund Crispin: si Gervese Fen ya ha ingresado en las antologías de detectives (el tiempo pasa, pero él se mantiene igual de ingenioso y brillante), aquí aparecen nuevos personajes, como ese desfile de personajes excéntricos o esas alumnas libidinosas, que no tiene desperdicio. En el argumento Crispin introduce un apasionante juego relativo a Shakespeare, manuscritos y obras perdidas que emocionarán a cualquier aficionado a la lectura, mientras que del espacio elegido, un internado en la campiña inglesa, Crispin saca todo el partido imaginable.




Ahí está el talento de Crispin, en transformar los componentes básicos de la narrativa en deliciosos bocados apropiados para el más exquisito paladar. El lector se siente cómodo en estos paisajes; reconoce, aunque sea de manera puramente literaria, esos pubs de pueblo; se inmiscuye sin reparo en elaboradas discusiones literarias; ejerce de detective aficionado en busca de ese detalle revelador que parece tan evidente pero que no acaba de encajar. Pero tan a gusto como está, tampoco podrá evitar sorprenderse con los giros de la trama.

Como ya dijimos al hablar de El canto del cisne, para Crispin el forjado detectivesco no deja de ser secundario. En Trabajos de amor no sería difícil encontrar lagunas explicativas y algunos saltos de credibilidad que el autor salva con displicencia. Pero es que al lector tampoco le importa demasiado que las deducciones se sostengan con alfileres: lo importante es el tono, la inventiva, la pura diversión que se va acelerando según pasan las páginas.

Editorial Impedimenta
Traducción de José C. Vales

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