Pese
a que su novela El delator ha resistido el paso del tiempo mucho mejor que la
película que dirigió John Ford (y hoy parece increíble que Ford
labrara su prestigio en adaptaciones como esta, o la que realizó
sobre El poder y la gloria de Graham Greene, y no en sus westerns),
lo cierto es que si surge el nombre de Liam O'Flaherty enseguida se
le relacionará con esa película, ni tan siquiera con su libro. Sin
embargo, Deseo certifica que O'Flaherty no fue el autor de un solo
éxito, sino que tuvo una obra muy personal y poderosa.
Quizá
se deba a nuestra debilidad por los autores irlandeses, pero en
cuanto abrimos las páginas de Deseo nos sentimos en un lugar
reconocible y confortable. Y no porque el retrato de O'Flaherty sea
precisamente edulcorado: la vida es dura y a menudo decepcionante,
los paisajes tan bellos como hostiles, la pobreza y las necesidades
lo ensombrecen todo. Pero, a pesar de todo esto, hay en la escritura
de O'Flaherty algo de exultante que incluso en las situaciones más
desesperadas ofrece un reflejo de luminosidad.
Los
primeros relatos de Deseo, muy breves, se centran en animales, bebes
o ancianos que han perdido la cabeza. No tienen una conciencia
desarrollada, pero el autor sabe ponerse en su piel y describir el
mundo tal y como ellos lo perciben. O'Flaherty retrata la naturaleza
como es, sin adornos ni sentimentalismo, en contra de lo que dice el
tópico sobre los irlandeses. Es capaz de encontrar humanidad un
cangrejo y de transmitir las sensaciones más elaboradas a través de
la pura descripción, sin ninguna intencionalidad psicologista. De
hecho, muchos de los cuentos del libro son retratos expresionistas,
sin una trama definida.
La
escritura de O'Flaherty es sumamente pictórica, colorista y más
atenta a los detalles visuales que al desarrollo dramático o a la
construcción de personajes. Lo que no impide que en algunos de los
cuentos demuestre que también sabe contar una buena historia de
amor, de venganza o burlesca, aunque en ningún caso se trata de
géneros puros. En medio de la más sincera evocación poética,
podemos encontrarnos con un guiño malévolo; durante una escena
paródica, de repente se cuela la melancolía. Para lo único que no
hay espacio en las páginas de Deseo es para lo previsible.
Editorial
Nórdica
Traducción
de Antonio Rivero Taravillo
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