Aunque
no respete el título original (el mucho más neutro The Collected
Stories of Jean Stafford) la elección de Los niños se aburren los domingos es todo un acierto (al igual que la fotografía de
cubierta). Este título supone en sí mismo un excelente adelanto de
lo que el lector se va a encontrar en los relatos de Jean Stafford,
esa sensación pesarosa de angustia y tedio, ese mundo dominado por
la insatisfacción y la tristeza.
Pero
la buena literatura tiene la capacidad taumatúrgica de transformar
esa existencia lánguida en una experiencia fascinante (remarcamos lo
de “buena” literatura, pues hay tonelada de libros que pretenden
esconder detrás de pretensiones de trascendencia lo que no es más
que el truco más fácil del mundo: el existencialismo a través del
aburrimiento sideral). Pero Stafford es de las genuinas, de las que
sabe obrar el milagro de la transustanciación mostrando su vida sin
reparos y transmitiendo una autenticidad que no se puede impostar.
Y en la vida de Stafford
se dio esa infausta mezcla de mala suerte y carácter autodestructivo
que se refleja en unos cuentos que parecen empeñarse en negar la
felicidad. Este fatalismo queda patente en relatos como La historia
de Beatrice Trueblood, en los que una y otra vez, a despecho de las
oportunidades que parezca ofrecer el destino, sus protagonistas
desechan la posibilidad de llevar una vida satisfactoria.
Perteneciente a la generación de Cheever (aunque su estilo conecta
mejor con Henry James), Stafford también sufrió la maldición del
alcoholismo y la depresión, y en su escritura se refleja esa derrota
cotidiana en la que no hay atisbo de salvación.
Los personajes de Stafford
(como le pasaría a ella misma) siempre se encuentran en una posición
incómoda. Sus mujeres suelen moverse del oeste americano a la costa
este, y aunque estas condiciones geográficas a nosotros puedan
parecernos ajenas, en realidad lo comprendemos perfectamente: es el
sentirse desplazada, sin poder estar a gusto en su propia piel.
Siempre pendientes de la opinión de los demás, sin unas raíces en
las que confiar ni un porvenir seguro, las heroínas de Stafford se
encuentran a merced de un destino implacable.
Editorial
Sajalín
Traducción
de Ana Crespo
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