lunes, 16 de febrero de 2015

El impostor, de Javier Cercas


Hay muchas maneras de contar la sinuosa, contradictoria y reverberante historia de Enric Marco, pero después de leer El impostor se diría que Javier Cercas ha dado con la versión definitiva. Y no solo porque la investigación del escritor haya destapado todas las mentiras de su personaje, sino porque su acercamiento, más moral que histórico, consigue no solo un retrato matizado y profundo de su protagonista, sino que coloca al propio autor ante el espejo. Y el lector, al menos el lector más riguroso, tampoco podrá escapar a este escrutinio. Nunca quedará claro quién es el impostor del título.

Al contrario de lo que pasaba en Anatomía de un instante, en esta ocasión Cercas se adelanta a todas las posibles suspicacias del lector. Aunque es cierto que el autor tiene cierta tendencia a citarse a sí mismo, por decirlo de alguna manera, hay que reconocerle el valor a la hora de situarse en el centro del foco, con todas su vulnerabilidades al descubierto. De igual manera, es muy consciente de todas las posibles repercusiones de lo que escribe, y se apresura a solventarlas, sin dejar de explorar ninguna de las posibilidades del relato. 





Toda la estructura de esta novela sin ficción está construida a través de ese juego de espejos, de un laberinto que parece llevarnos todo el tiempo al punto de partida. Pero en el camino iremos descubriendo la increíble vida, o, mejor dicho, fabulación de Marco. Y a través de sus invenciones y engaños será Cercas, y con él el lector, quien tendrá que enfrentarse a sus propias mentiras. Así, El impostor, que sigue la tradición de la nueva biografía, con el claro y explícito modelo de El adversario, de Carrère, supone la culminación del género, la autoficción traspasando los límites de la escritura para atrapar también al lector.

Pero es que las dimensiones del empeño son tales que El impostor también ofrece una nueva lectura de la historia de España, o al menos de su percepción. De esa engaño colectivo en el que un país se ha mirado en un espejo que siempre le daba la imagen más conveniente, por falsa que sea. La necesidad de maquillar el propio pasado alcanza categoría de símbolo cuando se contrasta cada avatar biográfico con el momento histórico correspondiente. Entre otras cosas, Marco logró ser creído porque todo el mundo quería creerle.

Editorial Random House

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