Muchos
libros (todos los que merecen la pena, en realidad) tienen una
impronta musical más o menos evidente. La fluidez, el tono o el
ritmo son características tan relevantes como el argumento o los
personajes y que diferencian a un verdadero creador de un juntador de
palabras. Pero en el caso de Carson McCullers el influjo de la música
es explícito y casi en cada cuento de ¿Quién ha visto el viento?
hay un músico o alguna historia relacionada con la música.
McCullers,
cuyo reumatismo le impidió desarrollar una carrera como pianista,
traslada su frustración a muchos de los personajes que habitan en
sus relatos. En buena parte de ellos los protagonistas son niños que
empiezan a descubrir el mundo y a los que no les gusta lo que ven.
Como la protagonista de Así, que sufre al comprobar el monstruo de
egoísmo en el que se ha convertido su adorada hermana y se niega a
crecer para convertirse en algo así. O la niña prodigio de
Wunderkind, incapaz de asumir lo que el mundo espera de ella.
Otra
parte de los cuentos está dedicado a jóvenes que ya han pasado la
época de la negación, pero que siguen sin encontrar su lugar. Como
en Sin título, quizá el mejor cuento de la colección, en el que
Andrew se da cuenta de que el edén de la infancia ha pasado casi sin
que se dé cuenta, y de repente se encuentra convertido en un hombre
que no sabe qué hacer. A veces se ha considerado a McCullers como
una escritora para jóvenes, que no se debería leer con más de
veinte años, y aunque sin duda esto es absurdo, sí es cierto que
puede ser comprendida por este tipo de lector mejor que por nadie,
precisamente porque ella tiene toda su comprensión.
La
otra categoría principal de relatos (aunque hay muchos más, algunos
de una gran sencillez cómica, otros sencillos apuntes melancólicos)
es la de personajes ya maduros, aunque no por ellos más asentados.
Suelen ser tipos desengañados, deprimidos, con matrimonios rotos y
problemas de alcohol. Pero no son estereotipos, por mucho que nos
encontremos con personajes muy similares en la literatura
norteamericana de la época. Porque McCullers sabe de lo que habla, y
cuando retrata una relación rota, unas ambiciones cortadas de raíz,
un sueño desvelado, lo hace con conocimiento de causa.
Editorial
Austral
Traducción
de José Luis López Muñoz y María Campuzano
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