Cuando
escribió El lugar, en 1983, Annie Ernaux ya había publicado tres
novelas, pero fue con esta con la que definió su verdadero estilo,
ese que la ha convertido en una de las autoras más fascinantes de la
literatura actual. En El lugar ya encontramos ese tono íntimo en el
que el pudor deja paso a la exposición más descarnada, esa manera
de escribir en apariencia natural pero que conlleva un esfuerzo
agotador. Como ella misma dice en el libro, recordar le requiere
tanto o más esfuerzo que inventar: el autorretrato demanda
sinceridad y honradez, atributos no siempre presentes en la
literatura, pero irrenunciables si se quiere alcanzar la verdad.
La
redacción de El lugar se convierte en un homenaje al padre de
Ernaux, una de esas personas que se califican como “sencillas”,
con una mezcla de admiración y condescendencia. Sus orígenes
campesinos y su lucha por “hacerse alguien” son descritos con la
devoción de una hija por el tesón y la bravura de su progenitor,
pero también con la distancia de quien se siente alejada de un mundo
que ha dejado atrás, lo que le provoca una dolorosa sensación de
traición, la vergüenza de sentir vergüenza de aquello por lo que
debería sentirse orgullosa.
Casi
sin quererlo, nos encontramos con una visión panorámica de la
Francia del siglo XX, pero no se trata de un canto épico al modo de
esas sagas familiares que atraviesan épocas a modo de metáforas con
patas, sino que aquí todo es sentido, real. Acompañamos a la autora
desde la descripción de la vida miserable de los campesinos de
Normandía hasta la consecución del título de profesora de la propia
Ernaux, que supone el paso ritual de una clase social a otra, de una
percepción del mundo estrecha a la conquista del bienestar y la
prosperidad. Pero en el camino también se producen pérdidas
irreemplazables.
Como
es habitual en Ernaux, la narración transcurre con fluidez, a través
de pequeñas escenas descritas al detalle. La delicadeza en el
trazado de personajes y lugares no impide que Ernaux también se
muestre implacable con el mundo que la rodea y, especialmente,
consigo misma. Hay mucho amor en el libro, pero también reproches y
lamentos por las oportunidades perdidas, por no haber sabido
mostrarse a la altura. Y, quizá, la literatura no suponga una
redención suficiente, pero sí, como dice la cita de Genet que abre
el libro, el último recurso.
Editorial
Folio
Edición en
castellano en Tusquets
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