La
luminosidad de Lester Young, la brillantez de Thelonious Monk, el
entusiasmo de Bud Powell, la elegancia de Ben Webster, la energía de
Charles Mingus, el romanticismo de Chet Baker, la fuerza de Art
Pepper. Apenas nada de esto hay en Pero hermoso. Tanto es así, que
si no fuera por el epílogo, se podría pensar que el libro de Geoff Dyer no ha sido escrito por un admirador del jazz, sino por uno de
sus mas encarnizados detractores. Por eso cobra tanta resonancia el
título: aquí hay muchísimo dolor, pero el resultado sigue siendo
conmovedor.
En
lugar de centrarse en los aspectos más euforizantes del jazz, Dyer
decide sumergirse en todo lo que tiene de sórdido: alcohol, drogas,
depresiones, cárceles, manicomios y muertes prematuras. Según su
tesis, el jazz es una música que nace del sufrimiento, un estilo que
lleva a sus artistas a caer en el abismo. De ahí también que muchos
de sus más excelsos representantes murieran a edades demasiado
tempranas: habían llegado a la cúspide de su arte y ya no podían
dar más de sí. Discutible idea, pero que al menos Dyer apoya en
contundentes casos.
No
es la primera vez que un libro intenta asimilar los conceptos y
ritmos del jazz (recordemos la arriesgada novela de Toni Morrison
titulada para despejar cualquier duda Jazz), y Dyer se mueve con
soltura entre standars, improvisaciones y síncopas. En este sentido
podríamos decir que Dyer tiene blues, pero le falta swing. El
retrato de personajes al límite, tan reales que evitan el arquetipo,
lleva al lector a sentir angustia y misericordia, pero solo si
acompaña la lectura con la música de sus protagonistas podrá
sentir algo de alivio.
Dyer
también cuestiona la posibilidad de hacer una crítica al jazz, y ni
tan siquiera se plantea construir una historia. Su retrato es mucho
más próximo, casi vivido en primera persona. Más que en relatos,
se ha basado en fotografías, en ambientes, en vidas interiores. Se
mete (o al menos lo intenta) en la cabeza de estos colosos del jazz y
los muestra sin edulcorantes, sin vías de escape, pero con
compasión. Cierto que también podría haber elegido una gama más
variada de artistas (y ni tan siquiera Art Pepper le da espacio a
mostrar la posible redención), pero Dyer lo tiene claro: el jazz es
un lugar oscuro.
Editorial
Random House
Traducción
de Cruz Rodríguez Juiz
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