En
El hombre más buscado, la adaptación recién estrenada de la novela
de John Le Carré, da la sensación de que el muy listo protagonista
no ha leído ninguna novela del propio Le Carré: solo así se
entiende que no se vea venir lo que va a pasar. Por el contrario,
Jorge M. Reverte sí que se conoce a sus clásicos, y transforma el
ya manido personaje de periodista descreído envuelto en una
situación que le supera en algo diferente: un divertimento poco
respetuoso con las reglas y tan anárquico en su desarrollo como
gozoso en su lectura.
Con
Gálvez en la frontera entramos en situación enseguida: un Madrid
muy reconocible (esa ciudad que para sus habitantes es la peor del
mundo, pero que sabe integrar como ninguna), mezclado con un Madrid
transformado en poblacho del salvaje oeste, con la plaza del Progreso
convertida en el río Grande y Lavapies en algo así como Tijuana. Y
todo esto descrito en un tono muy tintinesco, con Gálvez en
funciones de intrépido (o quizá más apropiadamente inconsciente)
periodista de investigación.
En
este cóctel (que no es un dry martini sin martini) tenemos de todo
para disfrutar: moros y chinos que se enfrentan a navajazos,
empresarios japoneses con intereses turbios, unos papeles perdidos
que ejercen de perfecto macguffin, escarceos sentimentales, viajes
exóticos, peligros sin fin a la vuelta de la esquina, una trama
delictiva enrevesada, personajes extremos y siempre una buena réplica
preparada. Lo dicho, que Reverte se conoce el oficio (también el de
periodista) y le sabe sacar las vueltas.
Cuando
hace falta, el autor también sabe ponerse serio. Las inmundicias del
mundo empresarial son reveladas con claridad pero sin tópicos, y el
“drama de la inmigración” pasa de ser un lugar común a verse
reflejado en toda su crudeza. Otro aspecto curioso del libro es la
cantidad de horas muertas que pasa su protagonista. Cierto que vive
numerosas aventuras, pero cada pocas páginas se encuentra en su
apartamento en lo que parece un perpetuo domingo por la tarde, sin
nada que hacer. Y es que tampoco hay que tomarse las cosas a la
tremenda.
Editorial
Booket
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