Cualquier
librería inglesa que se precie dedica una sección específica a las
hermanas Mitford, que no solo recoge las extraordinarias novelas de
Nancy o la obra de Jessica, sino gran cantidad de biografías, ya sea
consagradas de manera individual a cada una de sus apasionantes
vidas, o de manera conjunta. Aunque para hacer justicia a la saga
familiar un solo volumen parece escaso: ni el guionista de Downton
Abbey en sus momentos de mayor desvarío se puede acercar a lo que en
realidad hizo esta pandilla de excéntricas.
En
Nobles y rebeldes apenas podemos atisbar algo de la locura que
gobernaba a esta familia. Por mucho talento, gracia y conocimiento de
primera mano que tuviera Jessica Mitford, el lector solo puede
hacerse una idea ligera de lo que era su casa. Si Nancy fue una
precoz autora satírica que escribió algunas de las mejores novelas
cómicas (aunque quizá sea innecesario añadir el adjetivo) de su
época, en el hogar solariego de Swinbrook se juntaron las muy nazis
Diana y Unity Valkyrie y Deborah, quien llegaría a ser duquesa de
Devonshire. Junto a ellas, unos padres parecidos a esos aristócratas
que aparecen en las novelas de Evelyn Waugh y que al lector le pueden
parecer unos personajes demasiado buenos para ser reales.
Jessica
retrata a todos estos especímenes sin recato, exponiendo al público
sus características más escandalosas, pero siempre con cariño,
incluso cuando habla de Unity, de quien las diferencias ideológicas
la habían separado irremediablemente. Siempre da la sensación de
que están tramando un juego de niños, y cuando la propia Jessica se
hace comunista parece movida más por el espíritu de diversión y de
rebeldía que por verdadera conciencia social. Por eso seguimos
admirando a Nancy, aunque sea presentada como modelo de
superficialidad y esnobismo: está en su sangre.
En
la segunda parte del libro Jessica se aleja de su casa, pero no de
las aventuras disparatadas. Junto a su marido (que también es su
primo segundo, y comparte la chifladura familiar) vivirá las
experiencias más imprevisibles, desde su visita a una España en
plena Guerra Civil hasta sus diversos trabajos en Estados Unidos,
donde compaginaban tareas como la de vendedores de medias con visitas
a lo más granado de la sociedad americana. Hay mucha gente
trastornada, lo sabemos, y unos cuantos escritores de categoría,
pero es raro que ambas condiciones se den en una misma persona. Habrá
que aprovecharlo y disfrutar de una familia con el don de la gracia.
Editorial
Libros del Asteroide
Traducción
de Patricia Antón
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