La
elipsis es un recurso que se suele asociar más con el cine que con
la literatura, ese fundido en negro que deja al espectador la tarea
de completar la información y de sacar sus propias conclusiones. En
literatura el autor acostumbra a ser más intrusivo y como mucho
juega con ambigüedades o finales abiertos. Sin embargo Jean Echenoz
ha abierto nuevas posibilidades de relato. Sus historias, magistrales
odas a la concisión, son también un prodigioso manual del uso de la
elipsis: es a través de la insinuación y el sobreentendido como sus
relatos cobran pleno significado.
En
14 Echenoz se atreve con un tema que podría pecar de saturación,
pero su acercamiento es tan personal que no tiene nada que ver con la
avalancha de títulos que han conmemorado el centenario de la Primera
Guerra Mundial. Para empezar, la aproximación de Echenoz es
minimalista, centrada en unos pocos personajes y en unos episodios
muy concretos, lo que no significa que pierda la perspectiva general,
al contrario, el lector saldrá de sus páginas con un conocimiento
de muchos de los principales rasgos de la contienda tan original como
preciso.
Otra
característica siempre presente en los libros de Echenoz pero
todavía más llamativa en 14, es su sentido del humor. Siempre está
ahí, acechando incluso en los momentos más inesperados, y de todos
los colores, desde el más vulgar al más refinado, desde la obviedad
hasta la sutileza, como un grado más de depuración de su estilo.
Pero ya sea a gran escala o en detalle, esa ironía zumbona y el
sarcasmo más salvaje, se apodera de todo el relato, convirtiendo
esta historia de la guerra en una cuestión personal.
El
estilo mínimo del que hablábamos es tan preciso que no solo el
lector tiene que estar pendiente de cada frase para no perderse un
hallazgo, sino que el propio autor se somete a una técnica de
bateo tan exigente que llega a la médula de la historia. Los
personajes se definen por manías y miradas, las relaciones por
gestos, el desenlace por puertas que se cierran. Nada sobra, todo es
aprovechable, y sin embargo no hay sensación alguna de
grandilocuencia, solo naturalidad extremadamente bien trabajada.
Editorial
Anagrama
Traducción
de Javier Albiñana
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