viernes, 24 de octubre de 2014

14, de Jean Echenoz


La elipsis es un recurso que se suele asociar más con el cine que con la literatura, ese fundido en negro que deja al espectador la tarea de completar la información y de sacar sus propias conclusiones. En literatura el autor acostumbra a ser más intrusivo y como mucho juega con ambigüedades o finales abiertos. Sin embargo Jean Echenoz ha abierto nuevas posibilidades de relato. Sus historias, magistrales odas a la concisión, son también un prodigioso manual del uso de la elipsis: es a través de la insinuación y el sobreentendido como sus relatos cobran pleno significado.

En 14 Echenoz se atreve con un tema que podría pecar de saturación, pero su acercamiento es tan personal que no tiene nada que ver con la avalancha de títulos que han conmemorado el centenario de la Primera Guerra Mundial. Para empezar, la aproximación de Echenoz es minimalista, centrada en unos pocos personajes y en unos episodios muy concretos, lo que no significa que pierda la perspectiva general, al contrario, el lector saldrá de sus páginas con un conocimiento de muchos de los principales rasgos de la contienda tan original como preciso.




Otra característica siempre presente en los libros de Echenoz pero todavía más llamativa en 14, es su sentido del humor. Siempre está ahí, acechando incluso en los momentos más inesperados, y de todos los colores, desde el más vulgar al más refinado, desde la obviedad hasta la sutileza, como un grado más de depuración de su estilo. Pero ya sea a gran escala o en detalle, esa ironía zumbona y el sarcasmo más salvaje, se apodera de todo el relato, convirtiendo esta historia de la guerra en una cuestión personal.

El estilo mínimo del que hablábamos es tan preciso que no solo el lector tiene que estar pendiente de cada frase para no perderse un hallazgo, sino que el propio autor se somete a una técnica de bateo tan exigente que llega a la médula de la historia. Los personajes se definen por manías y miradas, las relaciones por gestos, el desenlace por puertas que se cierran. Nada sobra, todo es aprovechable, y sin embargo no hay sensación alguna de grandilocuencia, solo naturalidad extremadamente bien trabajada.

Editorial Anagrama
Traducción de Javier Albiñana

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