La
literatura inglesa parece formada por un estrecho círculo de autores
en el que todos se conocen. Esto se transluce no solo en un aire de
familia que hace que el aficionado reconozca a la perfección modos y
maneras, sino que daría pie a toda una genealogía de personajes
que, bajo diferentes nombres, aparecieran en la obra de una docena de
autores. Desde los jóvenes brillantes de los años 20 hasta los
jóvenes airados de los años 60 hay un cambio de perspectiva
espectacular, pero los grandes narradores, como las grandes familias,
permanecen.
CarolineBlackwood (Lady) podría conectar por sí misma a gran parte de
aristocracia británica y del mundo cultural, tanto por su pedigrí
familiar como por sus relaciones sentimentales. Por eso es una suerte
que no se dedicará solo a vivir una existencia de privilegios
(aunque también con sus dramas) y que se decidiera a producir una
obra tan perversa y encantadora como las personas a las que estaba
acostumbrada a tratar.
En
La anciana señora Webster al parecer Blackwood no se alejó
demasiado de sus experiencias familiares, aunque los personajes que
retrata son tan estrambóticos que parece imposible que sigan un
molde real. El estilo de Blackwood puede parecer desmañado, el libro
carecer de una estructura firme, algunas decisiones solo se
justifican por el capricho, pero el lector se lo pasa tan bien
asistiendo a esta presentación de tarados (en el mejor sentido), que
no le importan sus debilidades narrativas.
Como
en la mejor tradición inglesa, el libro presenta las escenas más
terribles desde la perspectiva del humor. Aquí hay seres monstruosos
(la bisabuela maniática y distante), trágicos (la tía frívola y
depresiva) y conmovedores (la abuela trastornada), lo que bien podría
dar para un dramón. Pero Blackwood prefiere aportar una perspectiva
irónica, la de esa niña perdida que va creciendo mientras buscar
resolver algunos misterios pendientes. Es una visión teñida de
nostalgia y desde ese distanciamiento que hace a la clase alta
británica tan autoconsciente.
Editorial
Alba
Traducción
de Celia Montolío
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