miércoles, 29 de octubre de 2014

Vidal y los suyos, de Edgar Morin


Edgar Morin es uno de esos sabios cuya vida atraviesa y define gran parte del siglo XX. Pero en Vidal y los suyos no se situó a sí mismo en el centro de la narración, sino que prefirió rememorar la figura de su padre para contar a la vez una historia íntima y que describe los avatares por los que pasó Europa durante un tiempo convulso. Perteneciente a una familia judía sefardí que nunca olvidó sus orígenes, criado en la cosmopolita Salónica de principios de siglo, instalado en Francia por elección, Vidal llevó una vida tan de perfil como crucial para todos aquellos que le conocieron.

Pero Morin prefiere tomar distancias a la hora de escribir la biografía de su padre. Cuando él mismo aparece en el relato, lo hace en tercera persona, como un personaje más. Y las fuentes utilizadas son las mismas que las que utilizaría un biógrafo profesional: un relato oral del mismo Vidal (recogido por su nieta, la historiadora Véronique Grappe-Nahoum), multitud de correspondencia, testigos, documentos de diverso tipo... Vidal era un gran contador de historias, pero no siempre fiable, a menudo celoso de su intimidad, así que mejor contrastar informaciones.




Esta dualidad en el punto de vista que se divide entre un hijo que a la fuerza tiene una mirada sesgada hacia su padre y la del investigador con pretensiones de objetividad hacen del libro una experiencia extraña. El cariño y la devoción se manifiestan a menudo, pero parece como sí siempre estuvieran sujetas al rigor histórico. Morin no soslaya los momentos más delicados de la vida de su padre, sus carencias y debilidades, pero siempre lo retrata con comprensión y simpatía.

Y es que Vidal era un personaje muy particular, al parecer con un atractivo irresistible. Según se narra, vivió las dos guerras mundiales como una aventura en la que lo importante era sobrevivir, sin hacerse notar. Tuvo una vida sentimental animada, incluso bastante después de haber cumplido los 80 (o al menos lo intentaba). Mantuvo las tradiciones sin darle importancia, se abrió al mundo sin alejarse nunca de Salónica, marcó a su hijo, que se convirtió en un padre para él, y se negó a convertirse en emblema de nada ni de nadie. Solo quiso vivir, y lo consiguió.

Editorial Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores
Traducción de María Cordón y Malika Embarek

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