Desde
el principio, Jared Diamond no esconde sus desmedidas ambiciones con
El mundo hasta ayer: “El tema de este libro es, potencialmente,
todos los aspectos de la cultura humana, de todos los pueblos del
mundo, durante los últimos 11.000 años”. Se podría decir que
Diamond va sobrado, pero de lo que tiene sobreabundancia es de
conocimientos. Biólogo evolutivo de formación, profesor
universitario de Geografía, apasionado ornitólogo y antropólogo
portentoso, estas son solo algunas de las materias sobre las que
Diamond demuestra tener un conocimiento enciclopédico, al que además
añade un gran talento para el análisis y un impulso divulgador que
ha labrado su fama y su prestigio.
Si
concretamos un poco más que el propio Diamond, se podría decir que
el propósito de El mundo hasta ayer es comparar el universo de las
sociedades tradicionales (las formadas por bandas y tribus) con las
sociedades industrializadas. Diamond no idealiza ese mundo en vías
de extinción, ni tampoco se erige en moralista. Para él no hay
categorías absolutas y cada forma de vida tiene sus puntos fuertes y
sus inconvenientes. Con una experiencia de más de cinco décadas en
las que ha experimentado en su propia carne la vida en condiciones
muy diversas, Diamond sabe de lo que habla.
En
la primera parte del libro Diamond se centra en las diferentes formas
de guerra que se han desarrollado a lo largo del tiempo. Su tesis
principal coincide con la expuesta en detalle por Steven Pinker en
Los ángeles que llevamos dentro: pese a lo que pudiera
parecer, en las sociedades tradicionales la mortandad provocada por
la guerra es mucho más alta que en las sociedades industrializadas.
Incluso las masacres provocadas durante las dos guerras mundiales del
siglo XX se quedan en poco comparadas con el índice de muertes
causados por las escaramuzas tribales, siempre que se tenga en cuenta
la proporcionalidad.
Tras
analizar los motivos, consecuencias y extensión de las guerras,
Diamond se centra en la figura de jóvenes y ancianos en las
diferentes sociedades. Aquí el lugar común se acerca más a la
realidad, ya que el autor demuestra la mayor libertad y su
consecuente responsabilidad que se da a los jóvenes pertenecientes a
sociedades tradicionales desde épocas muy tempranas de su
desarrollo, y también el mayor respeto e integración que tienen los
ancianos. Por supuesto, esto no supone categorías absolutas, pues
hay grupos que han mantenido el infanticidio como un recurso
ampliamente practicado y admitido, y otros que sencillamente dejaban
de alimentar a sus mayores cuando no eran útiles. Diamond explica el
porqué de estos comportamientos que para la moral occidental son
sencillamente aborrecibles y nunca oculta lo que las muchas veces
idealizadas sociedades tradicionales tienen de terrible.
Después
de comparar algunas diferencias entre los peligros más acechantes
para cada modelo de sociedad, Diamond se centra en grandes
cuestiones, como la religión, la salud y el lenguaje. Una cuestión
que ha plantado grandes interrogantes a los científicos evolutivos
es el de la religión, ya que por su extensión en todo tipo de
culturas y a lo largo de la historia debe tener un componente
adaptativo. Una vez más, no se trata de si es algo bueno o malo,
sino de su función y su sentido. Como en muchos otros casos, Diamond
apuesta por el valor cohesionador que supone compartir unas creencias
comunes y su utilidad para la comunidad. En cuanto a la salud, donde
los contrastes entre las sociedades occidentales (y occidentalizadas)
y las preindustriales es muy evidente, Diamond aboga claramente por
un estilo de vida más natural y consciente de los peligros de los
hábitos alimenticios modernos.
Un
aspecto que es particularmente interesante parta nosotros es el
dedicado al lenguaje. Diamond documenta el multilingüismo de las
sociedades tradicionales, enfrentado al escaso conocimiento de
lenguas en el mundo desarrollado (especialmente en el caso de los
uniformemente monolingües Estados Unidos). El mundo vive actualmente
un proceso de empobrecimiento lingüístico sin precedentes (un
idioma desaparece cada nueve días), y es habitual escuchar lamentos
por esta pérdida irremediable. Pero se suelte trata de argumentos
sentimentales. Diamond trata de demostrar por qué se trata de una
verdadera tragedia. Sin embargo, en este punto el autor no logra
convencernos.
Se
ha demostrado que el bilingüísmo es beneficioso, pero la
desaparición de multitud de lenguas no impediría la posibilidad de
seguir enriqueciendo nuestra percepción del mundo a través de los
como mínimo cinco grandes idiomas que no tienen ninguna posibilidad
de desaparecer. Diamond también habla de la pérdida cultural que
supondría no solo que se deje de hablar un idioma, sino que su
pasado y su literatura ya sean indescifrables, pero en cualquier caso
nadie más allá de sus practicantes tiene acceso a ese acervo
cultural, y una labor documental sería suficiente para conservar el
legado por motivos de estudio. En cuanto el tercer motivo esgrimido
por el autor, el poder de la lengua para cohesionar socialmente, es
tan difícil de demostrar como de rebatir.
Editorial
Debate
Traducción
de Efrén del Valle
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