En
vida Romain Gary no fue muy valorado en las altas esferas de la
intelectualidad francesa, que estigmatizó su obra con la nefasta
marca de la popularidad. Es conocido que ha sido el único autor en
ganar dos veces el Goncourt, que llevó una existencia cosmopolita,
que tuvo un turbulento matrimonio con Jean Seberg y que se suicidó.
Pero el hecho de que fuera escritor parece accesorio. En cualquier
caso, ni tan siquiera su romántica vida y su muerte han servido para
revalorizar su legado. Y ya ha llegado la hora.
La promesa del alba es un libro imperdible, unas memorias escritas con
tanta delicadeza, con tanta elegancia e ironía, que hasta los
críticos más acérrimos de Gary, si dejaran atrás sus prejuicios,
tendrían que saludar como irresistible. El políglota Gary creció
en el convencimiento de que el francés es la patria del artista, y
rinde homenaje a esta lengua sacándole todo el provecho, con una
naturalidad alejada de lo que se entiende por gran estilo, pero que
llega al lector de manera directa, desde el corazón, por usar una
expresión con la que los críticos suelen hacer sangre.
Una
característica que destaca a lo largo de todo el libro es el humor
del autor. Él mismo reconoce que siempre se ha tomado su vida, un
género literario, a broma, que el humor ha sido su único refugio a
la hora de protegerse de las adversidades. Y en todo momento se sitúa
a sí mismo como centro de la burla. Ya sean sus aventurillas
infantiles o sus acciones heroicas durante la guerra, todo esta
tamizado por la ironía y la guasa. Por ejemplo, la escena del duelo
con los soldados polacos en un hotel de Londres merecería incluirse
en cualquier antología del género.
En
La promesa del alba Gary relata su infancia en Polonia, su
integración en Francia y sus peripecias bélicas durante la Segunda
Guerra Mundial. Pero sobre todo es una carta de amor a su madre, una
declaración incondicional de adoración y reconocimiento. Los
esfuerzos de esta mujer y su lucha para sacar adelante al prometedor
hijo, del que nunca dudó que se convertiría en un gran artista y
embajador de Francia, son ahora recuperados por Gary con algo de
arrepentimiento y con devoción. Y aunque hay mucha ternura, también
hay pudor. Así, el momento culminante, que cualquier autor habría
remarcado y envuelto en música de violines, Gary tiene que
despacharlo en una página, incapaz de extenderse. Y, sin embargo, el
efecto en el lector se multiplica.
Editorial
Folio
Edición en
castellano en Ramdom House Mondadori
No hay comentarios:
Publicar un comentario