No
vamos a entrar en disquisiciones sobre religión o sociología, pero
lo cierto es que en las novelas victorianas lo habitual es que una
suma importante de dinero (que suele llegar a través de un
testamento o un legado inesperado) soluciona todos los problemas. Sin
embargo, en La historia de Samuel Titmarsh y el gran diamante Hoggarty el dinero, simbolizado en el diamante del título, es una
fuente de desgracias capaz de arruinar vidas y de provocar todo tipo
de desgracias.
Se
podría decir, por tanto, que William M. Thackeray ejerce como
moralista de su época. Lo cual es cierto (y está expresado de
manera explícita), pero incompleto, pues las lecciones del libro se
pueden aplicar de manera directa a la sociedad actual. Y no hace
falta ningún esfuerzo interpretativo, todo está ahí, expresado de
manera literal, incluidas las advertencias para no caer de nuevo en
las mismas jugarretas, pero por lo visto los consejos del pobre
Thackeray no han tenido ninguna efectividad.
La
primera parte de La historia de Samuel Titmarsh es de una comicidad
irresistible. Thackeray era un maestro no solo del punto de vista,
sino que también tenía una gran habilidad para meterse en la piel
de sus personajes y expresarse a través de ellos con la mayor
eficacia. Titmarsh, además del protagonista es el narrador de su
propia vida, y su estilo es tan natural como directo, chispeante y
coloquial sin ser vulgar. Así, las metáforas, como ese diamante que
ejemplifica todo lo que de superfluo e hipócrita había en la
sociedad victoriana, se integran de manera sutil, sin llamar la
atención.
En
la segunda parte Thackeray se pone serio y la historia de Titmarsh se
torna en tragedia. Son evidentes las concomitancias entre Thackeray y
Dickens (evidente tanto en detalles como el uso de nombres
extravagantes y de doble sentido, como en algunos espacios comunes en
ambos autores), pero aquí se hace todavía más claro cuando el
narrador invoca a Dickens como referente. Y, de la misma manera que
Dickens, Thackeray es capaz de combinar humor y drama sin
estridencias, con genio y tiento.
Editorial
Periférica
Traducción
de Ángeles de los Santos
No hay comentarios:
Publicar un comentario