No
es inhabitual que si en una novela inglesa aparece un personaje
leyendo un libro, se trate de los cuentos de Saki. Este pequeño
detalle revela sin embargo varias cosas: desde luego, la enorme
popularidad de la que gozó Saki a principios del siglo XX y que en
gran mediad sigue conservado; la influencia que ha tenido en
sucesivas generaciones de escritores cómicos; y la amplitud de su
público lector, que abarca desde las clases altas de la sociedad
hasta las más populares. Y es que, se podría concluir, es difícil
encontrar a alguien a quien no le guste Saki.
Los
relatos de Animales y más que animales son como bombones
irresistibles, de sencillísima y reiterada estructura, casi como
chistes alargados, pero deliciosos y adictivos. La excusa de la
colección es obviamente el mundo animal, pero poco importa la
anécdota. Como en Wodehouse, en quien irremediablemente pensará el
lector, el mundo que retrata Saki es el de los ricos y estúpidos
(esos Berties totémicos), involucrados en disparatadas aventuras de
las que siempre se saca una moraleja: cuanto más postín te des, más
posibilidades tienes de caer en el ridículo.
Al
igual que estos personajes en perpetuo estado de inactividad (aparte
de fiestas y cacerías), el lector entrará en un modo de relajación
complaciente. Las bromas, a menudo pesadas, tienen mucha malicia,
pero nada de maldad. Todas las víctimas se merecen el escarmiento al
que son sometidas, y, después de todo, es el ingenio el que sale
ganando, siempre con la complacencia e incluso el aporte del lector,
que tendrá que añadir su propio resquemor para completar el sentido
de las chanzas.
Ya
sea como elogio o como reproche, se suele decir que la literatura
inglesa se ríe de todo y de todos. Saki demuestra que no hay nada de
malo en ello. Las tías histéricas, las novias caprichosas, los
ricos petulantes, los artistas pretenciosos, todos conforman un
paisaje que parece estar ahí para ser objeto de la parodia. Como
pasa con las familias reales, si no sirven para reírse de ellas,
¿para qué están?
Editorial
Valdemar
Traducción
de Rafael Lassaletta
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