Carmen Baroja y Nessi se declaraba explícitamente feminista en una época
en la que tal término no solo era una osadía, sino un pecado. Pero
ni tan siquiera era necesario que revindicara de manera general los
derechos de las mujeres: la lectura de sus memorias es la
demostración palpable de la injusticia en la que vivió. Si hubiera
tenido las mismas oportunidades que sus hermanos, sin duda se habría
convertido en una escritora respetada o en una artista de éxito: en
ambos campos demostró que estaba dotada para realizar grandes obras.
La
historia de la recuperación de estos Recuerdos de una mujer de lageneración del 98 es singular. Por algún motivo, sus hijos nunca se
preocuparon de publicarlo, y tuvo que ser Amparo Hurtado quien, tras
una encomiable labor de investigación y edición, nos permitiera
descubrir esta nueva perspectiva de una familia fascinante. Puede que
Carmen, al igual que sus hermanos, no sea simpática, y que a veces
sorprenda su frialdad, dirigida incluso a su marido (a quien, a lo
mejor, aprecia), pero su retrato de la vida a principios del siglo XX
es impagable.
Recuerdos
no un repaso a los grandes nombres que conoció, y cuando estos
aparecen, no se ahorra crueldad. Sus mejores aguijones están
dedicados a Cipriano Rivas Cherif, Gómez de la Serna ("tenía la
enorme originalidad de ser el único Ramón que había en el mundo,
creo que todo lo que escribía era tan original como esto") y Ortega y
Gasset ("a pesar de su maravillosa manera de hablar y de su no menos
maravillosa manera de escribir, me pareció siempre en su vida el
colmo de la cursilería"). En cuanto a los bandos de la Guerra Civil,
despreciaba tanto a los de una parte como a los de la otra.
Pero
Carmen Baroja tampoco evita descripciones poco amables de sus
hermanos (se ve claramente que no soportaba a Pío, en esto era como
todo el mundo). En este aspecto, como en muchas otras cosas, el libro
es poco convencional. No hay retrato de infancia, hay elipsis en
momentos que se pensarían clave, y cuando estos son retratados
(muertes, nacimientos...) es habitualmente de manera esquiva, como no
queriendo mostrarse demasiado. Los pocos momentos de verdadera
felicidad, como su participación en el grupo de teatro experimental
de El mirlo blanco o su labor en la fundación del Lyceum Club
femenino son tan refulgentes como breves.
El
tono del libro es apesadumbrado, Baroja no quiere ocultar su
tristeza, que está tanto en su naturaleza como en una inefable
frustración, quizá provocada por no haber podido realizarse como
artista, quizá por fracasos románticos. Su única satisfacción se
la dan sus hijos, su sostén en los momentos más duros. Pero el
lector tendrá que agradecerle no solo un imprescindible y novedoso
punto de vista sobre la familia Baroja, sino su propia cualidad
testimonial, su sinceridad y su llaneza. Esto es lo que vivió, así
lo vivió, y no piensa callarse.
Editorial
Tusquets
No hay comentarios:
Publicar un comentario