viernes, 6 de marzo de 2015

Blitz, de David Trueba


Para los que, como Beto, el protagonista de la novela, no sabemos una palabra de alemán, “blitz” nos hace pensar la batalla aérea que los alemanes emprendieron durante la Segunda Guerra Mundial contra Gran Bretaña. Y aunque en el libro de David Trueba esta palabra remita al deslumbramiento que puede provocar la verdad, sus efectos, a nivel personal, son tan devastadores como un bombardeo indiscriminado. Un destello, una revelación inesperada, y el mundo de confort en el que se habita ha sido destrozado para siempre.

Pero, al contrario de lo que dice el refrán, después de la tormenta no viene la calma. En Blitz ese momento en el que se produce la comprensión no supone una catarsis liberadora, sino que da pie al desconcierto, al desmoronamiento de las certidumbres. Perdido en un país extraño, aislado y sin apoyos a los que agarrarse, Beto necesita reconstruirse de la noche a la mañana, como una ciudad arrasada que debe levantarse de sus ruinas pero que no encuentra ni las ganas ni los recursos para recuperarse.




En la primera parte de la novela, pese a la sacudida inicial, Trueba se lo toma con calma e incluso se permite excursos que enriquecen la comprensión, dotando a sus personajes de capas de humanidad, a costa de una acción que parece detenerse. Sin embargo, en un llamativo contraste, la segunda parte se acelera y los breves capítulos encapsulan momentos muy concretos en los que Beto se sumerge en la apatía, como viéndolas venir.

Y es que en realidad el núcleo de la historia no sería tanto el descubrimiento que trastoca la existencia de Berto, su pasado al fin y al cabo, sino ese nuevo conocimiento que le permitirá vislumbrar un futuro inesperado. Así, solo en el capítulo final Beto toma las riendas de su vida, por utilizar una expresión novelesca, y decide hacer algo, sin que sean los demás quienes le impongan su rutina macerante.

De manera tan sutil que podría ser debatible, Trueba consigue que Beto se convierta en un épitome de la situación actual del país. No porque su vida sea utilizada como una metáfora de nada, recurso limitado a los malos novelistas, sino porque de manera natural, sin subrayados ni intenciones moralizantes, las experiencia de Beto pueden leerse también como una explicación de todo lo que está pasando, de esta nueva sociedad de la inconsistencia de valores trastocados y con la inseguridad como única certeza.

Editorial Anagrama


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