Hoy
en día La hoguera de las vanidades ya se considera como uno de los
mejores retratos de la sociedad americana en los años 80, y la misma
consideración se podría atribuir a Todo un hombre respecto a los
90. Pero en realidad la obra de Tom Wolfe no debería circunscribirse
a una épocas y lugares tan determinados, pues no sería difícil
releer estas obras en clave actual y de aquí mismo. De hecho, son
sorprendentes la cantidad de similitudes que se pueden encontrar
entre los libros de Wolfe y Rafael Chirbes.
Y
es que aunque se tenga a Wolfe como un escritor de bestsellers (será
que no se ha encontrado otro motivo de crítica que su éxito
comercial), saltan a la vista sus cualidades literarias. Wolfe puede
permitirse su ambición balzaquiana para dibujar grandes panorámicas
sociales gracias no solo a su gran formación y su demostrada valía
para el reportaje, sino a su capacidad para adentrarse en muy
diversos espacios y mimetizarse con sus personajes. Ya sea en los
círculos más selectos o en las calles más peligrosas, Wolfe se
mueve con naturalidad y logra no parecer impostado, sino con
conocimientos de primera mano.
Incluso
cuando echa mano de los recursos literarios más cuestionables, como
el deus ex machina (que en Todo un hombre alcanza proporciones
homéricas), lo hace de tal manera que tenga sentido intrínseco con
el conjunto de la narración. Es decir, el fondo moral, filosófico,
de la novela encaja a la perfección con esta intromisión de un ser
superior (Zeus o el mismo Wolfe) que maneja los hilos a su capricho y
que consigue llevar a sus criaturas al sitio que desde un principio
les tenía destinados.
Algo
similar hace con el lector. En las más de mil páginas de Todo un
hombre hay una cantidad inabordable de personajes, historias
paralelas y cruzadas, desvíos inesperados y colisiones explosivas.
Se tratan grandes temas habituales en Wolfe, como las diferencias
sociales y de género, el racismo o la preponderancia del dinero en
el mundo actual. Pero también acerca el foco y se detiene ante seres
humanos, a los que describe con tanta cercanía que a veces deja de
lado su ironía característica para demostrarnos que más allá de
la fábula hay una historia verdadera.
Editorial
Ediciones B
Traducción
de Juan Gabriel López Guix
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