martes, 3 de marzo de 2015

Mrs. Bridge / Mr. Bridge, de Evan S. Connell


Mrs. Bridge comenzó siendo un relato publicado en The Paris Review para un tiempo después convertirse en una novela, la cual a su vez, diez años más tarde, se vio completada por una segunda parte, Mr. Bridge. Y no habría sido extraño que Evan S. Connell hubiera alargado la saga dando espacio a los hijos del matrimonio, pues aunque ambas novelas están construidas a través de breves escenas de apenas un par de páginas y en ellas nos encontramos con unas personas que parecen encarnar el vacío existencia, hay allí mucha más vida de la que nos podríamos imaginar.

Mrs. Bridge (India, aunque tanto su nombre de pila como el de su marido, Walter, apenas son citados) podría parecernos el prototipo de ama decasa desquiciada, tan absorta en su aburrimiento que apenas es capaz de darse cuenta de que su vida está pasando sin que haga nada al respecto. Constreñida por la autoridad de su marido y golpeada por la indolencia y egoísmo de sus hijos, Mrs. Bridge parece una persona por delegación, incapaz de tomar decisiones, sin el menor atisbo de rebeldía.

Se podría considerar la visión de Connell como flaubertiana, aunque en su acercamiento hay algo más de comprensión y simpatía que en el maestro francés. Cierto que no escatima burlas ni ironía, pero en el fondo se detecta algo de compasión, que no es lo mismo que condescendencia. Mrs. Bridge es una mujer débil y frustrada, pero Connell no la convierte en ese mártir tan enojoso en el que muchos autores se empeñan en convertir a sus personajes femeninos, sino que se apiada de ella. Más que una Madame Bovary, sería como la Félicité de Un corazón sencillo.




Mr. Bridge es intransigente, puritano, despótico, racista y antisemita. Una joya, vamos. Pero también es justo, capaz de comprender y de ayudar, preocupado por el bienestar de su familia más allá del deber. Ni tan siquiera él mismo se comprende, por lo que para los demás, que le ven a través de una capa de frialdad de la que nunca se despoja, aparece como un ser inescrutable, tan intolerante con todo lo que se aparta de su visión del mundo como capaz de sorprender con su generosidad desprendida.

En este caso Connell no muestra ninguna simpatía por su criatura, pero una vez más evita caer en la simplificación. Aunque las novelas se sitúan en los años 30, fueron publicadas en 1959 y 1969, y no cuesta ver en Mr. Bridge una personificación del espíritu de los años 50, el hombre del traje gris. Muchas novelas americanas de esa época se centraron en la figura de este hombre de vida rutinaria, habitante de los suburbios acomodados, que parece transitar por la vida tan seguro de su éxito social como incapaz de reconocer su fracaso íntimo. Y Connell, con su díptico, logró que podamos comprender mejor, sin necesidad de juzgar, a un tipo de personas que nos parecen muy distantes pero que en el fondo nos son tan cercanas.

Editorial Seix Barral
Traducción de Ana Mª de la Fuente y Elsa Mateo

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