lunes, 16 de marzo de 2015

Filomeno, a mi pesar, de Gonzalo Torrente Ballester


El título Filomeno, a mi pesar puede parecer un chiste fácil, demasiado tratándose de una novela de Gonzalo Torrente Ballester. Y, efectivamente, el lector enseguida se dará cuenta de toda la intención que lleva ese sencillo enunciado. Porque el Filomeno que nos cuenta su vida en este libro es como esos personajes flojos de ciertas novelas cuya existencia solo esta justificada por las necesidades del autor de encauzar a través de su protagonista una historia más amplia, pero que limitado a su carácter simbólico o instrumental se queda sin vida, como un estafermo cuya única misión es recibir los golpes del destino.

El Filomeno de esta novela es una persona fría, que siempre ve el mundo con perspectiva, evitando involucrarse y sin ser capaz de decidirse a tomar sus propias decisiones. Su lema podría ser “no sé”. Y sin embargo no es un personaje flojo, al contrario, está lleno de matices y de individualidad. Solo que es una persona floja que atraviesa la historia casi sin enterarse, como si no fuera con él. No porque no sé de cuenta, es muy consciente de su apatía, sino simplemente porque hay algo que falta en él.

Esa carencia Filomeno la intenta suplir rodeándose de mujeres fuertes, decididas y directas, pero de alguna manera siempre acabará escapándosele la posibilidad de seguir una vida normal, como la que todo el mundo esperaba de él y sus privilegios le facilitaban. La primera mujer que marca su vida, muerta su madre al darle a luz, es Belinha, su ama de cría y fuente primordial de amor ante las reticencias sentimentales de su padre. Ya en este primer amor platónico e imposible Filomeno conocerá de primera mano los reveses que provoca el romantismo.

Y es que Filomeno es ante todo un personaje literario. Y no queremos decir falso, sino que él se ve a sí mismo y al mundo que le rodea como una creación artística. Para él la realidad es algo muy relativo, inaprensible, mientras que el relato literario le permite dotar de coherencia aquello que se escapa a su comprensión. También dota a su mirada de un aura romántica y un punto inverosímil que le creará problemas a la hora de enfrentarse al mundo real, pero que también le proveerá de refugio en los momentos más duros.




El segundo gran amor de Filomeno será Ursula, una aparición alemana de una atractivo evasivo. Si hasta entonces Filomeno ha visto pasar la historia de perfil, ahora tendrá que afrontar la violencia de un tiempo especialmente turbulento. Si España vive tiempos agitados, el resto de Europa parece acercarse al abismo y en Alemania los nazis ya empiezan a mostrar su fanatismo totalitario. Ursula es una heroína trágica que se ve obligada a actuar por una moral que no comparte, pero a la que se siente ligada. Y Filomeno tendrá que permitir que elija su propio camino de redención.

Junto a Filomeno y don Romualdo, un fascinante personaje que se inventa su propia vida desdichada, el carácter más novelesco del libro es el de Clélia, que no casualmente se llama igual que la protagonista de La cartuja de Parma. Se trata de una mujer misteriosa de la que nunca se sabrá si está loca o qué hay detrás de su enigmático comportamiento. Por último Filomeno conocerá a María de Fátima, caprichosa y segura de sí misma. Filomeno es consciente de su peligro, pero a duras penas logrará escapar de su atracción.

Pese al amplio marco temporal y espacial que se desarrolla en la novela, Torrente Ballester logra mantener una narración sostenida, sin altibajos, con una continuidad no interrumpida pese a los vaivenes de la narración. Como en sus mejores obras, queda patente la maestría del autor para el relato puro, siendo capaz de tejer una historia de más de quinientas páginas y sin diálogos en la que mantiene al lector en perpetuo estado de expectación. Tenemos que seguir reivindicando a Torrente Ballester, pocos autores en español del siglo XX nos divierten tanto y tienen tanto que enseñarnos.

Editorial Austral

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