El
título Filomeno, a mi pesar puede parecer un chiste fácil,
demasiado tratándose de una novela de Gonzalo Torrente Ballester. Y,
efectivamente, el lector enseguida se dará cuenta de toda la
intención que lleva ese sencillo enunciado. Porque el Filomeno que
nos cuenta su vida en este libro es como esos personajes flojos de
ciertas novelas cuya existencia solo esta justificada por las
necesidades del autor de encauzar a través de su protagonista una
historia más amplia, pero que limitado a su carácter simbólico o
instrumental se queda sin vida, como un estafermo cuya única misión
es recibir los golpes del destino.
El
Filomeno de esta novela es una persona fría, que siempre ve el mundo
con perspectiva, evitando involucrarse y sin ser capaz de decidirse a
tomar sus propias decisiones. Su lema podría ser “no sé”. Y sin
embargo no es un personaje flojo, al contrario, está lleno de
matices y de individualidad. Solo que es una persona floja que
atraviesa la historia casi sin enterarse, como si no fuera con él.
No porque no sé de cuenta, es muy consciente de su apatía, sino
simplemente porque hay algo que falta en él.
Esa
carencia Filomeno la intenta suplir rodeándose de mujeres fuertes,
decididas y directas, pero de alguna manera siempre acabará
escapándosele la posibilidad de seguir una vida normal, como la que
todo el mundo esperaba de él y sus privilegios le facilitaban. La
primera mujer que marca su vida, muerta su madre al darle a luz, es
Belinha, su ama de cría y fuente primordial de amor ante las
reticencias sentimentales de su padre. Ya en este primer amor
platónico e imposible Filomeno conocerá de primera mano los reveses
que provoca el romantismo.
Y
es que Filomeno es ante todo un personaje literario. Y no queremos
decir falso, sino que él se ve a sí mismo y al mundo que le rodea
como una creación artística. Para él la realidad es algo muy
relativo, inaprensible, mientras que el relato literario le permite
dotar de coherencia aquello que se escapa a su comprensión. También
dota a su mirada de un aura romántica y un punto inverosímil que le
creará problemas a la hora de enfrentarse al mundo real, pero que
también le proveerá de refugio en los momentos más duros.
El
segundo gran amor de Filomeno será Ursula, una aparición alemana de
una atractivo evasivo. Si hasta entonces Filomeno ha visto pasar la
historia de perfil, ahora tendrá que afrontar la violencia de un
tiempo especialmente turbulento. Si España vive tiempos agitados, el
resto de Europa parece acercarse al abismo y en Alemania los nazis ya
empiezan a mostrar su fanatismo totalitario. Ursula es una heroína
trágica que se ve obligada a actuar por una moral que no comparte,
pero a la que se siente ligada. Y Filomeno tendrá que permitir que
elija su propio camino de redención.
Junto
a Filomeno y don Romualdo, un fascinante personaje que se inventa su
propia vida desdichada, el carácter más novelesco del libro es el
de Clélia, que no casualmente se llama igual que la protagonista de
La cartuja de Parma. Se trata de una mujer misteriosa de la que nunca
se sabrá si está loca o qué hay detrás de su enigmático
comportamiento. Por último Filomeno conocerá a María de Fátima,
caprichosa y segura de sí misma. Filomeno es consciente de su
peligro, pero a duras penas logrará escapar de su atracción.
Pese
al amplio marco temporal y espacial que se desarrolla en la novela,
Torrente Ballester logra mantener una narración sostenida, sin
altibajos, con una continuidad no interrumpida pese a los vaivenes de
la narración. Como en sus mejores obras, queda patente la maestría
del autor para el relato puro, siendo capaz de tejer una historia de
más de quinientas páginas y sin diálogos en la que mantiene al
lector en perpetuo estado de expectación. Tenemos que seguir
reivindicando a Torrente Ballester, pocos autores en español del
siglo XX nos divierten tanto y tienen tanto que enseñarnos.
Editorial
Austral
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