Si
en La ciudad de los ángeles caídos John Berendt conseguía algo tan
improbable como descubrir Venecia, ciudad tan trillada que parecería
imposible encontrar nuevas cosas que contar, y cuya belleza mítica
casi imposibilita dotarla de misterio a estas alturas de
descreimiento, en Medianoche en el jardín del bien y del mal lo
tenía mucho más fácil a la hora de sorprender al lector con un
mundo insólito, desconocido y donde, al parecer, cualquier cosa es
posible.
En
los ocho años que Berendt vivió en Savannah le fue imposible
integrarse en su aislada sociedad (empeño para el que harían falta
varias generaciones), pero de algún modo (no desvelado) se las
arregló para ganarse la confianza de sus vecinos y poder conocer
algunas de las interioridades que hacen tan particular esta ciudad
del sur de Estados Unidos; porque la mejor cualidad de Berendt no es
su ya de por sí excelente escritura, limpia y directa, sino su
capacidad para mimetizarse con su entorno y convertirse en testigo
privilegiado y confesor imparcial.
La
primera parte de Medianoche es un panorama de esa ciudad tan
peculiar como Savannah, considerada por Le Monde como la
ciudad más bella de Norteamérica, orgullosa de su señorío,
anclada en el pasado y hostil a cualquier injerencia, Savannah parece
un fuerte en constante lucha por mantener su identidad y preservar la
independencia. Pero lo más llamativo del retrato de Berendt es la
galería de personajes que pasan por sus páginas: lo que vimos en la
fantástica adaptación de Clint Eastwood se queda en poco comparado
con el desfile de excéntricos, alucinados y desquiciados que podemos
conocer en el libro de manera mucho más detallada.
Cuando
ya nos hemos aclimatado perfectamente al ambiente de Savannah y hemos
comprendido el encanto de esta ciudad de lunáticos, se inicia la
segunda parte del libro, dedicada a las peripecias judiciales en
torno a Jim Williams, acusado de asesinato, momento en el que Berendt
tendrá que combinar su papel como reportero y su relación con
algunos de los implicados con un distanciamiento nada fácil, pero el
cronista logra desaparecer cuando es necesario y volver al centro de
la acción cuando así se le demanda.
Si
las escenas del juicio están retratadas con una sorna totalmente
justificada, es en la mezcla entre los procedimientos legales más
rutinarios y la intromisión de lo sobrenatural donde se produce el
efecto más chocante. La magia negra, las visitas a los cementerios,
los hechizos, son vistos con la misma mezcla de escepticismo y
fascinación que los sucesivos juicios a los que se ve sometido
Williams. Y es que, como decíamos, todo es posible en Savannah.
Editorial
Random House
Traducción
de Miguel Martínez-Lage
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