En
una escena aparentemente lateral de Made in England Doris Lessing
cuenta su infructuosa búsqueda de la genuina clase obrera, guiada
por un teórico marxista que la hace moverse en círculos hasta que
comprende que no hay manera de aprehender eso de la “clase obrera”.
De la misma manera, su búsqueda de lo inglés (título original del
libro) está destinada al fracaso, y no ya por lo esquivo del
concepto, sino por la naturaleza intrínsecamente resbaladiza del
inglés.
Porque
se podrán despreciar los tópicos (y más los nacionales), pero que
se lo cuenten a Lessing. Como hija de ingleses (o algo parecido)
nacida y criada en las colonias, para ella Inglaterra se había
convertido en una especia de mito que quería conocer como quien
pretende viajar a Camelot. Pero cuando llegó a la Madre Patria, en
1949, con las secuelas de la Segunda Guerra Mundial todavía
claramente patentes, lo que se encontró fue un país de excéntricos
en el que todo era muy raro.
Es
universalmente conocida esta peculiaridad inglesa que los convierte
casi en una raza aparte, además de su xenofobia de onda corta (en el
mejor de los casos) que les hace ver a los extranjeros como pequeños
seres curiosos. Por lo que Lessing (extranjera, sin lugar a dudas),
con un hijo pequeño, en absoluta precariedad económica y con vagos
sueños románticos y literarios, tuvo que enfrentarse desde el
principio a lo que parecería una conspiración para acabar con sus
ilusiones.
Pero
si hay algo que redime a los ingleses, es su sentido del humor, y
Lessing no solo supo captarlo a la primera, sino que con Made in
England demostró que podía convertirse en uno de sus mejores
exponentes. En realidad durante todo el libro la autora permanece en
un segundo plano cada vez más discreto. Lessing, como el lector, se
siente fascinada por estos personajes un poco locos y con toda
humildad les deja el espacio necesario para que desarrollen sus
jugarretas, pequeños trucos de supervivencia y bajezas miserables.
Quizá no haya encontrado lo inglés, pero se ha acercado todo lo
humanamente posible.
Editorial
Lumen
Traducción
de Mª Luisa Borrás
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