martes, 17 de marzo de 2015

Una historia violenta, de Antonio Soler


Aunque ya desde el título el lector sabe a lo que atenerse, la brutalidad de Una historia violenta, expresada de una manera seca y neutra, casi como si el narrador, víctima de la misma, la observara desde una asepsia quirúrgica, tiene un doble impacto logrado precisamente por su rudeza y su contundencia implacable. Si Antonio Soler hace que el narrador adulto puede contemplar con perspectiva los sucesos que vivió su niño protagonista, la inmediatez que se le revela al lector no cuenta con la distancia necesaria para asimilar el golpe.

En el libro en ningún momento se especifica el momento ni el lugar en el que se desarrolla la acción, por lo que si no conociéramos al autor tendríamos pocas pistas para identificar estas claves. Pero es que tampoco importa demasiado, porque el interés de Soler parece ser más antropológico que sociológico. El comportamiento de sus criaturas, sus motivaciones y reacciones, son expresadas de manera implícita, pero son lo suficientemente humanas como para que todo se pueda comprender.




El argumento de la novela es mínimo, marcado en cada una de sus partes por un acontecimiento muy concreto alrededor del cual se crean pequeñas historias domésticas y giran una serie de personajes familiares reconocibles tanto en sus aspectos cotidianos como de tradición literaria. Pero ese ambiente casi costumbrista choca de manera sutil con esas explosiones en las que la naturaleza más primaria de algunos de los personajes se manifiesta sin cortapisas.

Y este impacto es todavía más potente en la parte final, de una escabrosidad que el estilo aparentemente imparcial no ayuda a hacer más asimilable. Al contrario, Soler sabe moverse en el territorio de la frialdad para dibujar escenas que dejan al lector congelado, pero es un hielo que quema. A lo largo de toda la novela el crescendo ha estado perfectamente pautado, y cuando llegamos a la desgracia con la que se cierra el libro la acumulación de violencia ha sido tal que la agonía solo puede dar paso a la perplejidad.

Editorial Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores

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