Quizá
lo más sorprendente del premio Nobel a Patrick Modiano sea que los
académicos suecos se dieran cuenta de su existencia. Pues aunque es
cierto que Modiano cuenta con un importante grupo de incondicionales,
una de sus características más notables es la de pasar
desapercibido. No todo el mundo está capacitado para apreciar su
sutileza y su manera de ser como sin estar. De la misma manera, sus
libros pueden olvidarse en el momento en el que se cierran, pero solo
si no se ha prestado la suficiente atención. En el caso de dejarse
imbuir por su esquivo espíritu, ese mismo libro permanecerá con el
lector, a lo mejor de manera subrepticia, pero sin abandonarnos.
En
Domingos de agosto Modiano se aleja de sus habituales calles
parisinas para trasladarnos a Niza. Pero lo que persiste son sus
paseos casi neuróticos, sus recorridos en redondo, de norte a sur y
de arriba abajo por las mismas calles. Y este deambular obsesivo se
traslada a la estructura de la novela, que avanza en dirección
contraria al tiempo. Desde el desesperanzado momento actual, la
narración va retrocediendo hacia el pasado, en busca de
explicaciones (nunca del todo colmadas) y de un cierto sentido, pero
lo que es más importante, de un resplandor, de una plenitud que se
aproxima a esos domingos de agosto en los que la felicidad era
posible.
Así
como la interpretación de lo que nos cuenta el protagonista del
libro da pie a multitud de explicaciones, que pueden ser incluso
contradictorias y que nunca acaban de esclarecerse del todo, el mismo
género del libro es ambiguo. Al principio puede parecer una historia
sentimental, de pérdidas y soledad. A continuación, según
retrocedemos en el tiempo, parece que estamos ante la novela de
fantasmas más extraña de la historia. Sin embargo, y de manera
natural, el argumento pasa a convertirse en una intriga con robos,
falsas identidades y posibles asesinatos.
La
maestría de Modiano está en aunar todos estos géneros y lograr que
converjan en un estilo personal e identificable, sin que chirríe la
mezcla de tonos ni la novela se convierta en un pastiche. Al
contrario, el aura nebulosa, el ambiente onírico que caracterizan a
Modiano, no tienen nada de impostado. Algo curioso que sucede con sus
libros es que aunque retraten lugares y épocas que nos son
totalmente ajenos, logran evocar en el lector vivencias personales
con un realismo que puede ser abrumador. Es esa extraña zona
crepuscular en la que la línea que separa literatura y vida, sueño
y vigilia se difumina y ofrece una nueva percepción. Pocos autores
están capacitados para traspasar ese umbral, y sin duda Modiano es
uno de ellos.
Editorial
Folio
Edición en
español en Alfaguara
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