martes, 31 de marzo de 2015

El espejo del mar, de Joseph Conrad


Escrito cuando ya había vuelto la espalda al mar, pero aún conservaba su pasión, en El espejo del mar Joseph Conrad quiso plasmar este mismo ardor por la marinería a través de su estilo reposado y detallista. Porque es muy fácil dejarse llevar por el fervor y la exaltación, sucumbir a la nostalgia y la elegía, pero es más complicado hacerlo manteniendo la compostura y trasladando la misma precisión y responsabilidad del trabajo en el mar a la escritura.

En este libro Conrad deja clara su devoción por la vida en el mar, incluso cierto desprecio hacia las gentes de tierra adentro (esos que dicen “echar el ancla”), pero tampoco oculta la dureza de este tipo de existencia, incluida la ingratitud de ese ser que a veces parece tener vida propia que es el mar (al igual que otros elementos igualmente impredecibles, o no tanto, como el viento). Visto con perspectiva, para el autor, con todos sus sinsabores, la plenitud de su vida se encuentra en sus días en el mar.




Y la descripción de sus experiencias, incluso para las persona más ajena al atractivo del mar que se pueda imaginar, consigue transmitir no solo esta admiración, sino el respeto por los códigos que rigen en un barco, para Conrad mucho más rectos y ejemplares que los que se practican en tierra. En los momentos más exigentes, en los que realmente es cuestión de vida o muerte, cada uno demuestra del verdadero material del que está hecho. Y, como sabemos por sus novelas y relatos, eso nunca nadie lo olvidará.

Pero no hace falta acudir a situaciones tan extraordinarias. Conrad también reivindica la parte más artesanal del oficio del mar. El barco bien hecho, incluso el barco de regatas de aficionados, para el que hay que poner lo mejor de sí mismo si uno quiere convertirse en un verdadero capitán. La asunción de responsabilidades, el comportamiento riguroso pero comprensivo. Con calma, sin que sobre ni falte nada, Conrad desarrolla sus ideas y recupera sus vivencias. Pero no tiene que convencer a nadie, su testimonio tiene el peso de lo verdaderamente sentido.

Editorial Reino de Redonda
Traducción de Javier Marías


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