lunes, 30 de marzo de 2015

El cordero carnívoro, de Agustín Gómez Arcos


Frente a la mayoría de las novelas editados por la “industria del libro”, elaboradas con una fría profesionalidad, hay una minoría de textos que parecen responder a una necesidad física, confesiones que bullen en el cerebro de los autores y que encuentran su manifestación en obras torrenciales y salvajes. Y es una suerte que esos escritores puedan dar escape a esa furia que habita en ellos a través de la literatura, porque sin duda otras formas de expresión serían mucho más brutales.

De esta manera Agustín Gómez Arcos utilizó El cordero carnívoro para dar rienda suelta a una pasión que ardía en su corazón. No sabemos lo que la historia de la novela tendría de autobiográfica (Luis Antonio de Villena cuenta en el prólogo que el autor evitaba dar explicaciones al respecto), pero de lo que no hay duda es de que Gómez Arcos la sentía como algo muy personal, como un resquemor íntimo del que debía librarse si quería seguir viviendo.




La confesión del protagonista y del autor cobra forma de vómito irrefrenable en el que el se entremezcla el recuerdo de un amor incestuoso y homosexual y el de un odio fervoroso hacia la madre. Pero contando con un argumento tan poderoso, lo más peculiar de la novela es que se puede leer no tanto como una historia sobre tabúes y sentimientos inefables, sino como una muy particular historia de la España franquista quebrada por las secuelas de la Guerra Civil.

Tratándose de una cuestión tan íntima, también es curioso que Gómez Arcos la escribiera en francés, aunque quizá haya historias que solo se pueden escribir en un idioma ajeno. En cualquier caso, si los libros de manual de los que hablábamos al principio suelen tener tanta solidez formal como falta de vida, libros como El cordero carnívoro resplandecen en su verdad pero flaquean en su construcción. Gómez Arcos supo superar este escollo gracias a un fulgor que no admite términos medios.

Editorial Cabaret Voltaire
Traducción de Adoración Elvira Rodríguez

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