A
lo largo de las 1.000 páginas de Londres, una biografía asistimos a
un desfile de violencia, destrucción y caos. No en vano la ciudad ha
sido comparada hasta la saciedad con Babilonia, epítome de
decadencia y horror. Y sin embargo, tras este exhaustivo repaso
realizado por Peter Ackroyd por las mil caras de la degradación
humana, el atractivo de la ciudad se mantiene incólume. Quizá será
porque, en lo mejor y en lo peor, Londres encarna el espíritu
humano.
Desde
luego, Londres no es una ciudad bonita. Parece que cada siglo
(curiosamente en cada década de los 60) sus habitantes se empeñen
en hacer borrón y cuenta nueva, con lo que la ciudad se vuelve a
reconstruir. Pero no pierde su esencia, su pasado sigue allí,
imperceptible pero manifiesto. Desde los primeros asentamientos
romanos hasta lo que se podría calificar como el dominio de los
bárbaros hombres de negocios que señorean desde la City actual,
cada rincón de Londres mantiene un espíritu ecoico tan
identificable como renovador.
Ackroyd
es un investigador infatigable, movido más por el entusiasmo y la
curiosidad, en sus propias palabras, que por el academicismo. Las
fuentes sobre Londres son inabarcables, pero Ackroyd parece conocerlo
todo sobre la ciudad, desde los movimientos intrínsecos que han
caracterizado la ciudad a lo largo del tiempo (muy perfilados según
cada barrio), hasta los detalles en apariencia más nimios, pero que
dan la verdadera sustancia de esta isla dentro de una isla, de este
mundo particular que no tiene equivalente.
El
libro está repleto de citas de autores de lo más variado que a lo
largo del tiempo han sentido la necesidad de aportar su visión sobre
esta capital de capitales. Impresiones que van desde el aroma de sus
calles (más bien su pestilencia) hasta descripciones no muy
halagüeñas de sus habitantes. Los gritos, las aglomeraciones, los
monstruos (fantasmas y minotauros incluidos) son descritos por
Ackroyd y sus invitados de una manera vívida, casi se puede sentir
emanar de las páginas del libro el bullir de las calles.
Londres
ha sufrido fuegos arrasadores, heladas que permitieron construir
comercios en el mismo Támesis, explosiones de violencia
descontrolada, bombardeos despiadados e incluso algún terremoto. El
lector se espanta tanto como se sorprende por los padecimientos y la
resistencia de esta ciudad que parece indestructible, pese a acoger
todos los pecados imaginables. Una ciudad que se regenera como el
Doctor Who y que parece no tener límites en su expansión. Una
ciudad que es a la vez espejo y espanto del mundo.
Editorial
Edhasa
Traducción
de Carmen Font Paz
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